6 de febrero de 2017 - Aunque se ha producido un descenso generalizado en la prevalencia de la mutilación genital femenina en varios países, es probable que este progreso se vea contrarrestado por el rápido crecimiento de la población en los países donde se produce la mutilación genital femenina, a no ser que, a la vista de las investigaciones recientes, renovemos y redoblemos urgentemente los esfuerzos para erradicar esta práctica.
Un informe de 2016 del Secretario General de las Naciones Unidas pone de manifiesto que el factor que por sí solo más influye en la persistencia de la mutilación genital femenina es el deseo de lograr aceptación social y evitar el estigma social. Las normas, las costumbres y los valores sociales que permiten la mutilación genital femenina presentan múltiples facetas, varían de un país a otro e incluso entre comunidades, y pueden cambiar con el paso del tiempo. Esto supone un complejo desafío para todas las personas implicadas en el esfuerzo de poner fin a la mutilación genital femenina.
En Egipto ha quedado demostrada la importancia de la educación para abordar las normas sociales negativas. En este país, la reducción del riesgo de que las niñas sufran mutilación genital femenina se ha asociado tanto al nivel educativo de sus madres como al de otras mujeres de sus comunidades.
Hemos sido testigos de la forma en que los influyentes testimonios personales y la defensa de intereses por parte de activistas como Jaha Dukureh en Gambia pueden incrementar el conocimiento por parte de las comunidades locales de lo que está en juego, así como su potencial para amplificar las voces de un movimiento creciente que exige a los líderes que pongan fin a esta práctica.
La recogida y el análisis de datos son fundamentales para adaptar mejor nuestras intervenciones en función de los factores específicos asociados a esta práctica a escala mundial. Además de los estudios que se realizan en África, es necesario que se realicen en otras regiones, puesto que la mutilación genital femenina también se practica habitualmente en América Latina, Asia Sudoriental y en algunas zonas de Oriente Medio, y ahora también ha llegado a los Estados Unidos y al Reino Unido. Debemos prestar más atención a los riesgos vinculados a la migración y al mayor movimiento transfronterizo. Las mujeres y las niñas siguen siendo extremadamente vulnerables, incluso en países que no suelen asociarse a la práctica de la mutilación genital femenina, si las familias migrantes conservan esta práctica.
Cada vez son más los países con competencia extraterritorial sobre los ciudadanos que practican mutilaciones genitales femeninas en otras jurisdicciones y exigen responsabilidades a quienes la practican. En Gambia, la adopción de legislación ha creado un entorno propicio para que el Comité Gambiano de Prácticas Tradicionales que Afectan a la Salud de las Mujeres y los Niños ayude a las personas que antes practicaban mutilaciones genitales femeninas a formarse para ganarse la vida de otro modo. También ha empoderado a las mujeres para que desempeñen un papel activo en la protección de otras mujeres y niñas, y ha aumentado la sensibilización en las comunidades sobre los efectos nocivos de la mutilación genital femenina.
Sin embargo, las estructuras legales no son más que una parte de la solución. Deben complementarse con diversas estrategias de prevención, por ejemplo, movilizando a las comunidades e impulsando un cambio en las normas sociales, e implicando a las personas que pueden hacer realidad esos cambios, como los hombres y los niños, la sociedad civil y los líderes religiosos. En Somalia, la red Y-PEER ha contribuido a movilizar a la población joven, incluidos los hombres jóvenes, para hablar de temas delicados, como la mutilación genital femenina.
La mutilación genital femenina está inextricablemente vinculada a otras formas de desigualdad de género, como la violencia contra mujeres y niñas, y a otras prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado. Con el fin de acelerar el proceso para conseguir la erradicación de la mutilación genital femenina, colaboramos con gobiernos, administraciones locales y socios de la sociedad civil para abordar las causas fundamentales que perpetúan las relaciones de desigualdad de poder entre mujeres y hombres. Asimismo, colaboramos en las campañas a largo plazo de otros organismos del sistema de las Naciones Unidas, como UNICEF y UNFPA. Entre todas y todos debemos conseguir que este problema siga siendo una de las prioridades de la agenda de derechos humanos.