Los Ángeles (EE.UU.), 5 oct (EFE).- Como la primera ficha que cae y desencadena un efecto dominó, los escándalos de Harvey Weinstein, revelados hace un año, impulsaron el movimiento feminista #MeToo y abrieron camino en EE.UU. a numerosas denuncias por agresión sexual no solo en Hollywood sino también en otros ámbitos como la política.
La avalancha de acusaciones en contra del todopoderoso productor de cine, en estos momentos en libertad bajo fianza, ayudaron a poner sobre la mesa la violencia sexual machista y a transformar el tono de la conversación en el país: ahora, las víctimas ya no están solas.
El ejemplo más claro y reciente es el controvertido proceso de nominación para el Tribunal Supremo de EE.UU. del juez Brett Kavanaugh, que ha sido acusado públicamente de abusos sexuales por tres mujeres.
El testimonio en el Senado de una de sus supuestas víctimas, Christine Blasey Ford, en contra de Kavanaugh recordó al de Anita Hill, que en una situación similar señaló en 1991 por acoso al ahora magistrado del Supremo Clarence Thomas.
Las diferencias, sin embargo, son enormes y sirven para establecer una nueva época.
Mientras Hill fue humillada durante su declaración, Ford ha recibido un gran respaldo dentro y fuera de la cámara hasta poner contra las cuerdas a los republicanos y la Casa Blanca.
El movimiento #MeToo, primero en las redes y luego en la calle, fue crucial a la hora de cambiar el silencio por la denuncia, el miedo por el orgullo y la dignidad, y la soledad por la unión de todos los que aseguraron "yo también soy una víctima".
Aunque comenzó originalmente en 2006, #MeToo alcanzó una nueva dimensión gracias a un tuit de la actriz Alyssa Milano publicado diez días después de conocerse el escándalo Weinstein y que pretendía reflejar lo incrustada que está la violencia sexual en la sociedad.
"Si has sido acosado o agredido sexualmente escribe 'yo también' como respuesta a este tuit", escribió la artista en un mensaje que acumula más de 24.000 retuits y supera los 52.000 "me gusta".
Derribada la primera ficha, con el rostro de Weinstein, Hollywood contempló entre la repulsa y la estupefacción la caída del resto del dominó: Kevin Spacey, Brett Ratner, Louis C.K., John Lasseter, Dustin Hoffman, Bryan Singer, James Toback, James Franco, Jeffrey Tambor, entre otros.
Estrellas del cine y la televisión fundaron el fondo legal "Time's Up" para ayudar a las víctimas y la industria cerró filas con acciones emblemáticas como unos Globos de Oro con todo el mundo vestido de negro.
Con una sociedad ya sin la venda en los ojos, #MeToo extendió su área de influencia y afectó a grandes ejecutivos de los medios de comunicación, como Leslie Moonves o Roy Price, y a políticos cuya carrera voló por los aires como Al Franken o Roy Moore.
Y aunque el caso del cómico Bill Cosby, una leyenda del entretenimiento en EE.UU., era anterior a #MeToo, su reciente condena a entre tres y diez años de prisión por agresión sexual también se entendió como un triunfo del movimiento.
El inacabable listado de crímenes sexuales de Larry Nassar, exmédico del equipo de gimnasia de EE.UU., estremeció al mundo del deporte, mientras que en los fogones perdió su lugar de honor el popular chef Mario Batali.
Pese a lo logrado por #MeToo, algunas voces piden seguir pisando el acelerador.
"En esencia, el acoso sexual es un abuso de poder y particularmente devalúa y menoscaba a grupos infrarrepresentados como mujeres, personas de color y aquellos con capacidades diferentes", escribió el jueves en The Hollywood Reporter la presidenta del Sindicato de Actores (SAG-AFTRA), Gabrielle Carteris.
"Acabar con este abuso requiere más que apoyar de boquilla eslóganes pegadizos o retuitear hashtags (etiquetas) de moda", añadió.
Entre los retos contra la violencia sexual quedan pendientes, por ejemplo, que la reprobación social se plasme después ante los tribunales (muchas acusaciones son difíciles de probar o ya han prescrito) y que "Me Too" no sea una iniciativa elitista sino que llegue a todos los estratos de la población.
#MeToo también se aprovechó de la inercia feminista que recorría EE.UU., especialmente, tras la polémica campaña electoral del ahora presidente del país, Donald Trump.
En enero de 2017 y 2018, las "Marchas de las Mujeres" sacaron a las calles a millones de personas en defensa del feminismo y como reacción a las ideas machistas de Trump.
Pero EE.UU. no ha sido una excepción, ya que la huelga de mujeres de España o la movilización en Argentina para despenalizar el aborto muestran que el feminismo ha cobrado un nuevo impulso en diferentes partes del planeta. EFE